Hace mucho no sentía tanta nostalgia…ha de ser porque hasta hace un tiempo sentía que era completamente feliz.
Tras varios intentos fallidos por salvar lo que pasó de ser un sueño para convertirse en la más verdadera y tangible posibilidad de vivir el amor a plenitud, debo admitir que dejamos escapar la oportunidad como agua que se va entre las manos. Ni tu ni yo supimos desprendernos de todo aquello que considerábamos realmente importante y que nunca fue totalmente tolerado por el otro, erramos al pensar que era posible cambiar nuestra forma de actuar y de ver la vida todo para conservar al otro.
Realmente nos perdimos en ese camino, un camino que hicimos pedregoso y difícil de transitar, marchitando los recuerdos que nos trasladaban a un mundo de felicidad, tranquilidad y cariño. Hoy solo nos resta aprender a lidiar con la soledad, con la dolorosa sensación de llegar a casa y no encontrar esos brazos cálidos y esos besos tiernos que hacían olvidar cualquier dificultad o mal rato del transcurrir diario pues aunque solo podíamos imaginarlos, era tan fuerte el lazo que bastaba con cerrar los ojos para sentir que estábamos realmente cerca.
Los miles de kilómetros que nos separaban no fueron barreras para soñar con un encuentro donde nunca más tuviéramos que despedirnos, las barreras verdaderas se cimentaron en el orgullo, la prepotencia, la desconfianza y el egoísmo. Ojalá esta tristeza esté solamente de paso en nuestras vidas y que mañana se hayan ido de tu alma el rencor y la desilusión.
Tras varios intentos fallidos por salvar lo que pasó de ser un sueño para convertirse en la más verdadera y tangible posibilidad de vivir el amor a plenitud, debo admitir que dejamos escapar la oportunidad como agua que se va entre las manos. Ni tu ni yo supimos desprendernos de todo aquello que considerábamos realmente importante y que nunca fue totalmente tolerado por el otro, erramos al pensar que era posible cambiar nuestra forma de actuar y de ver la vida todo para conservar al otro.
Realmente nos perdimos en ese camino, un camino que hicimos pedregoso y difícil de transitar, marchitando los recuerdos que nos trasladaban a un mundo de felicidad, tranquilidad y cariño. Hoy solo nos resta aprender a lidiar con la soledad, con la dolorosa sensación de llegar a casa y no encontrar esos brazos cálidos y esos besos tiernos que hacían olvidar cualquier dificultad o mal rato del transcurrir diario pues aunque solo podíamos imaginarlos, era tan fuerte el lazo que bastaba con cerrar los ojos para sentir que estábamos realmente cerca.
Los miles de kilómetros que nos separaban no fueron barreras para soñar con un encuentro donde nunca más tuviéramos que despedirnos, las barreras verdaderas se cimentaron en el orgullo, la prepotencia, la desconfianza y el egoísmo. Ojalá esta tristeza esté solamente de paso en nuestras vidas y que mañana se hayan ido de tu alma el rencor y la desilusión.
A ti soledad, te doy de nuevo la bienvenida….
que triste, pero cierto.
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